Pasto seco

agosto 20, 2021 - Marcelo Bauzá

Por Marcelo Bauzá.

Paseando por las plazas de Providencia, comuna en la que vivo desde hace décadas, vi árboles y pasto seco como nunca antes. Poco después me enteré que la municipalidad había decidido no mantener más ciertas especies y la alfombra vegetal por problemas de riego. El famoso dicho “abril lluvias mil” deberá ir definitivamente al rincón de los recuerdos. 

Hace tres décadas que sabemos sobre el calentamiento global y sus consecuencias. Ya entonces sospechábamos que el futuro catastrófico detallado en el «informe publicado la semana pasada por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) – y que el secretario general de la ONU calificó de «código rojo para la humanidad»- podría llegar a producirse.

Pero, ¿qué hemos hecho desde entonces? Muy poco, y por muchas razones: líderes tímidos, legislaturas insensibles, discusiones interminables entre naciones ricas y pobres sobre quién tiene la responsabilidad y campañas de desinformación financiadas por grandes contaminadores como Exxon Mobil, son algunas de las principales.

Los últimos 30 años resultaron en una serie colosal de oportunidades perdidas, de buenas ideas desperdiciadas, de dejar pasar el tiempo. El desempeño de los mayores emisores de gases de efecto invernadero (Estados Unidos, China y Europa) y presuntos líderes de cualquier esfuerzo para afrontar el problema, ha sido particularmente descorazonador.

En un par de meses más se celebrará en Glasgow (Escocia) un nuevo encuentro para abordar lo que ahora es una crisis en pleno desarrollo. Allí se espera que los 190 países asistentes mejoren los compromisos que asumieron en París para reducir las emisiones. “The Washington Post” ha calificado esta reunión como «el momento de la verdad» para frenar el cambio climático. Para cualquiera que haya leído el informe del IPCC, no se trata de una hipérbole periodística. Aquí presentamos sus principales conclusiones:

En primer lugar, las naciones han esperado tanto tiempo para dejar de contaminar el aire que tenemos asegurado un futuro más caluroso, al igual que más sequías, más incendios forestales, más olas de calor paralizantes, más aumento del nivel del mar, más inundaciones. Los gases de efecto invernadero que ya están en la atmósfera van a permanecer allí durante mucho tiempo, infligiendo miseria durante años.

Este verano ya se han producido gigantescas inundaciones en Europa Central, Nigeria, Uganda e India; incendios devastadores en Grecia y Siberia y otros que han borrado ciudades enteras en California y Canadá; olas de calor asesinas en el Pacífico noreste y la evaporación de grandes embalses por todo el hemisferio norte. ¿Qué más pueden mostrarnos los números que no podamos ver ya en las noticias todos los días?.

Pero lo que los números muestran es que estas calamidades serán rutinarias a menos que el mundo tome medidas drásticas para controlar las emisiones. Nuestra civilización ya ha calentado el planeta 1,1ºC desde el siglo XIX. Si el calentamiento global sube a 1,5ºC en los próximos 20 años, las olas de calor aparecerán cada 10 años en lugar de 2 veces en un siglo, si llegamos a 4ºC de calentamiento, las tendremos todos los años.

Sudamérica. Escenarios para 1,5ºC, 2ºC y 4ºC. IPCC

El segundo punto relevante del informe es que la humanidad aún puede cambiar y que debe hacerlo. Si los países hacen un esfuerzo coordinado para dejar de emitir dióxido de carbono hacia mediados de este siglo y se comprometen, mediante la reforestación y otros medios, a eliminar el CO2 del aire, el calentamiento global podría estabilizarse en torno a 1,5ºC. Esto implica la necesidad de sumar voluntades para evitar un futuro más oscuro del que ya tenemos asegurado. También significa, un rápido abandono de los combustibles fósiles; grandes inversiones en energía eólica, solar y nuclear; una red eléctrica reconstruida; hogares y edificios más eficientes; en resumen, un sistema de suministro de energía totalmente diferente.

Aunque no lo parezca, la suma de nuestros esfuerzos individuales son los que nos permitirán entregar un mundo mejor a las futuras generaciones. La educación de nuestros hijos – a través de ejemplos concretos de cambios de hábitos de consumo, como usar menos el auto, reducir el consumo de alimentos con alta huella de carbono, viajar menos en avión en tramos cortos y ser conscientes de los desechos que generamos- es parte fundamental del esfuerzo colectivo que hay que hacer. Quienes tenemos responsabilidades cívicas y directivas, en el nivel que sea, sabemos que este tipo de cambios no se producen de un día para el otro, y que los líderes del futuro son niños que hoy deben saber que podemos hacer las cosas mejor.

Respecto al pasto seco, es vital que nuestra sociedad comience a invertir en investigación y desarrollo para implementar lo antes posible las tecnologías necesarias que permitan, en el corto plazo, contar con un sistema de recuperación de aguas grises y red de irrigación urbana que supla la inevitable reducción de las precipitaciones en buena parte del país.

Solo tomando conciencia de la gravedad de la situación, podremos asignar los recursos y hacer los esfuerzos que nuestro planeta nos demanda.

Método Oasis – Alcaldía de París