Un mundo finito

abril 14, 2021 - admin

Por Marcelo Bauzá

“No hay dioses en el universo, ni naciones, ni dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos.”

Harari, Yuval Noah. Sapiens: Breve historia de la humanidad

A finales de febrero en la costa vasca, Joan limpiaba el departamento desocupado de sus padres cuando descubrió las cartas de un tío prisionero en Auschwitz que lo llevaron a reflexionar sobre el ilusorio sentido de seguridad en que vivimos. Algo más cerca, en Mendoza, Gustavo creaba un nuevo partido político con el objetivo de darle mayor independencia a la provincia frente a un gobierno federal cada vez más errático. Historias como las de estas dos personas se repiten por doquier últimamente.

Y es que cuando la vida se ve interrumpida por una crisis, algunas personas ven oportunidades para el cambio, la acción o la introspección que de otra manera no verían. La pandemia ha hecho que muchos nos cuestionemos la forma en que vivimos y lo que es importante para nosotros.

Esto se debe a que una crisis nos ayuda a desarrollar una perspectiva más amplia de la vida, y eso nos permite replantear lo que vemos.

Por supuesto que para muchas personas que luchan por ganarse la vida, un gran cambio (o incluso solo un cambio de perspectiva) puede resultar imposible. Pero para aquellos con la suerte de tener espacio psicológico y seguridad económica, este tipo de re enfoque puede presentar posibilidades reales de cambio.

A fin de cuentas, las oportunidades más importantes de crecimiento y transformación existen dentro de nosotros mismos.

Así es como mucho hemos cambiado rutinas y conductas como la forma en que nos relacionamos con nuestros compañeros de trabajo y el tipo de propósitos que hacen que nos levantemos cada mañana a trabajar.

La nueva dinámica hace que veamos cosas que antes pasaban desapercibidas como la importancia de convertir a nuestras empresas en lugares más resilientes y a la ciudad en un espacio donde la gente y su bienestar sean realmente el centro de toda acción.

Efectos concretos lo vemos en clientes que ahora se preocupan por la sustentabilidad interna y de sus proveedores, en la incorporación de tecnologías verdes en los edificios, en la aparición de iniciativas sin fines de lucro para resolver problemas crónicos y en la continuidad de las luchas por cambios concretos en la forma en que funciona nuestra sociedad.

Este tipo de momentos sacuden todo lo que creemos que es cierto sobre el mundo, y eso conduce al crecimiento personal. Estas son creencias fundamentales que tenemos y que generalmente no cuestionamos, cómo cuán vulnerables o seguros somos, cuánto control tenemos sobre las cosas o cuál es nuestra motivación principal.

Cuando golpea una crisis, tenemos problemas para creer y aceptar lo que está sucediendo porque justamente subvierte estas creencias fundamentales, y de esta ruptura viene el reconocimiento de nuevas posibilidades.

Durante los últimos meses nos hemos dado cuenta no solo que podemos cambiar, sino que debemos cambiar. La razón de fondo de la pandemia está en la crisis ambiental que estamos viviendo: millones de animales criados en condiciones brutales, derretimiento de capas polares, desaparición de ecosistemas completos por presión demográfica, deterioro continuo de la calidad del aire en las ciudades, gigantescos incendios y deforestación por explotación no sustentable, deterioro de la calidad del suelo por agricultura intensiva, contaminación de recursos hídricos por procesos industriales descontrolados y así la lista sigue.

Ante esta emergencia tenemos que modificar sustancialmente la forma en que producimos, consumimos, habitamos y nos trasladamos.

Llegó el momento de comenzar a restringir el uso del auto en las ciudades en favor del transporte público, de promover el tratamiento de aguas grises para forestar las calles, de redistribuir impuestos territoriales para mejorar la calidad de los sectores más desfavorecidos, de buscar modelos alternativos de producción y tenencia de vivienda para aumentar el valor de uso a la vez que se reduce el precio.

Necesitamos una banca ética que opere con conciencia social, migrar hacia una economía circular donde los productos duren como antes, se puedan reparar y reutilizar. Tenemos que comenzar a consumir para llenar el espíritu en lugar de comprar cualquier cosa para sentirnos mejor, trabajar por y para la comunidad en lugar de hacerlo solo para satisfacer nuestros deseos personales, promover la cooperación en lugar de la competencia descarnada.

Desde los años ochenta vivimos bajo el relato del crecimiento ilimitado y la fantasía de que la felicidad está en el consumo material. Es de locos pensar en lo primero en un mundo finito, también que la felicidad se logra llenándose de deudas.